La película de Sarah Judith Mettke desarrolla la búsqueda de la
identidad y el dilema sexual, conflictos presentes tanto en la figura
del padre como en la hija. El distanciamiento entre estos dos personajes
se irá estrechando a medida que la protagonista conozca a la mujer
cariñosa que lucha por seguir teniendo un vínculo familiar.
La convivencia a la que se verán expuestas Maren y Sophie dará lugar a
diálogos cómicos muy naturales surgidos de la desesperación de la
situación. La pareja del filme comenzará actuando como unas completas
desconocidas que no guardan nada en común, y aunque el drama familiar no
se elude en el largometraje, es inevitable mantener el buen humor
gracias a las pequeñas bromas intercaladas en cada escena. La banda
sonora elegida, compuesta por cantantes masculinos de potentes voces
graves y guturales, ayuda además a enfatizar el carácter cómico de la
película.
Luisa Sappelt cumple con su papel de chica resentida y borde que poco a
poco va abriéndose a los demás. Sin embargo, es en el actor Deivid
Striesow en quien encontramos las bases sobre las que se sustenta el
éxito de la película. La interpretación que Striesow hace de una mujer
insegura, afable, feminista y cómica, es notable. También hay que
mencionar el maravilloso trabajo de caracterización del personaje, ya
que la vestimenta, el maquillaje y los gestos de Sophie son el auténtico
espectáculo de Transpapa.
La aportación que Mettke otorga al cine queer se basa en la comparación y
las similitudes presentes en el proceso de adolescencia y en el cambio
de sexo. El espectador apoya inconscientemente a esos dos proyectos de
mujeres que interactúan intentando ser una familia tradicional pese a
las dificultades que les plantea la vida. Todo un logro para una obra
que en un principio se presentó como un trabajo de fin de carrera pero
que ha acabado siendo una emocionante declaración de principios
familiares.
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